plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

lunes, 26 de diciembre de 2011

Audiomancia con el laberinto acústico de un litopedion-C.Blázquez

Se irguió con su mirada la curva de los pendones, que amanecían rubíes, pues las colas endemoniadas se retenían en un asunto figurado, tramado en el vientre de la mole y de la naveta. Rió también porque su trazo giraba, se perdía, hasta que enmohecido lentamente se iba purgando, ligado por el millar de las navetas que zanjaban vínculos invisibles, no tan invisibles, pues al querer tender el trazo rendían las miradas de los peces–arañas, y alcanzar los ojos sería a la naveta exponerse en un punto geométrico, o entrar como mecha ladina en un gran lobo de mistral soplado. Ya no podía alisar el recuerdo de los peces–arañas, ni el trazo lentamente enmohecido de la mansa contorsión de las navetas. No podía alisar en su manita de mil en torno los tósigos de las brujas. Ni el brillo de las preguntas de las respuestas madreselvas, de los grumos de vocales, de los más podridos amémonos. Las nubes sabían rápidamente rozando el castillo, que se desangraba. Las nubes destetadas hacían un poco mar rizado el anca que ella quería. Siguiendo las sueltas de las navetas aparecían una miríada de arborescentes ocultando en las arenas sus flotas ramosas, dejando en recaudo sus ovejas encerradas. En el vientre de la becerra se ven brotar, dinamitas, otra colmena de gemelos romanos.
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C.Blázquez -
Audiomancia con el laberinto acústico de un litopedion,(de Apoplejías del hereje)
tras la escucha de un fragmento de Fugados, de José Lezama Lima. Todos sus gerundios fueron conservados, pero el resto son sonoridades incarceradas y plurales que re-produzco desde esa runa humana.

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fragmento del texto Fugados,de José Lezama Lima

Siguió con la mirada la curva de los paredones, que parecían inútiles, pues las olas desmemoriadas se detenían en un punto prefijado, trazado en el vértice de la ola y de la gaviota. Vio también cómo su brazo giraba, se perdía, hasta que adormecido lentamente se iba curvando, obligado por el girar de las gaviotas que trazaban círculos invisibles, no tan invisibles, pues al querer extender el brazo sentía las picadas de los peces–arañas, y al alzar los ojos veía a la gaviota esconderse en un punto geométrico, o entrar como flecha albina en un gran globo de cristal soplado. Ya no podía aislar el recuerdo de los peces–arañas, ni el brazo lentamente curvado de la mansa compasión de las gaviotas. No podía aislar en su cajita de níquel cromo los fósforos de las agujas. Ni el libro de las preguntas de las respuestas madreselvas, de los grupos de corales, de las más podridas anémonas. Las nubes se abrían rápidamente mostrando el castillo que se desangraba. Las nubes destetadas hacían un poco más rosado el nácar de aquella agonía. Siguiendo las vueltas de las gaviotas aparecían una docena de adolescentes ocultando en las arenas sus flautas cremosas, dejando en recuerdo sus orejas enterradas. En el centro de la pecera se ven flotar, diminutos, otra docena de guerreros romanos.

2 comentarios:

anamaría hurtado dijo...

asombroso lo que has hecho!, extraordinario como te metes en el texto, lo acaricias, lo escuchas desde dentro, lo preñas y nace el tuyo
un fuerte abrazo

karmen blázquez dijo...

Gracias Anamaria por ponerte delante de esta "herejía", y participar de ella, es decir escucharla a la par,
abrazo
k