plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

jueves, 16 de abril de 2009

SANTOKA(Japón,1882-1940) o la intolerable compañía de la soledad, por Carlos FLEITAS

Santoka o la intolerable compañía de la soledad

Dedicado a Maria del Mar Ordoñez


"Mi madre no puede ser culpada. Nadie puede serlo. Si se ha de culpar a alguien, se tiene que culpar a todos. Es la condición humana a la que se tiene que culpar. Oh mi madre! que recuerdo. Si escribiese una autobiografía tendría que comenzar de este modo: Los infortunios de mi familia comenzaron con el suicidio de mi madre", escribió Santoka (Diciembre 3, 1882 - Octubre 11, 1940) -seudónimo de Taneda Shoichi-, cuarenta años después, en su diario.

Es este suceso gravemente traumático, que ocurre cuando tenía once años de edad, es el que determinará su vida. Como nos recuerda otro poeta del dolor, Cesar Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Santoka no podía superarlo. No podía desprenderse de él. Lo llevo consigo a lo largo de todo su peregrinaje por el Japón como monje mendicante, o mejor, como vagabundo sin hogar.

No hay camino

Sino éste

Camino solo



No tengo hogar

El otoño se vuelve inhóspito

Sobre mi cabeza

El ardiente cielo estival

Mendigando y caminando

Y años después escribe


Envejeciendo

Añorando mi pueblo natal

Tsu-ku-tsu-ku-boshi


Aclaración: El tsukutsukuboshi es un insecto que pía con un trino agudo y estridente sólo después de la puesta de sol y tiene un sentido melancólico para los japoneses.

Melancólico, solitario, nostálgico y doliente, siempre llevó consigo la pequeña tablilla funeraria de su madre. Y en cada aniversario de su muerte componía un haiku en su memoria. Compuesto en el 47 aniversario, en este haiku Santoka ofrenda a su madre fideos, que es lo único que tiene en esta ocasión.


Ofrendando fideos

Madre

Yo tambien comeré

Dos años después en el 49 aniversario de la muerte de su madre escribe:



Dientes de león cayendo

La muerte de mi madre

Aquello en lo que pienso incesantemente

“Dedico este libro al alma de mi madre que se apresuró a morir mientras aún era joven”, escribe como dedicatoria al “Somokuto” (Una pagoda de arboles y hierba), un libro con sus haiku que fuera publicado seis meses después de su muerte en 1940 cuando tenia 57 años de edad.
Tan hondamente se apoderó de él (de su ego) la trágica pérdida de su madre, que en 1924 intentó suicidarse. Ebrio, se paró frente a un tranvía que se acercaba velozmente, pero fue rescatado a último momento. Un monje que presenció la escena, decidió llevarlo al monasterio donde años después fue ordenado monje Zen Soto.
Esto supondrá un vuelco decisivo en su vida, pues posiblemente la disciplina y las enseñanzas recibidas en el monasterio, lograron mitigar en algo –al dotarlo de un nuevo ideal- su melancolía, permitiendo en parte, reencauzar una vida que se dirigía hacia la autodestrucción. De este modo libera una parte de la energía concentrada en su ensimismamiento, para derivarla hacia la creación poética, creación que a la vez le permite en parte, repararse a si mismo.
" En febrero de 1929 fui ordenado monje y me convertí en residente en Mitori Kannon-do. Era una verdadera vida solitaria en el bosque, en lo que concierne a la quietud era quieta, y a la soledad era sola, tal era allí la vida" escribe Santoka.


Mañana y tarde

Golpeando la campana del templo

Viento en los pinos


Después de algunos años abandonó el templo y se dedico a recorrer como monje mendicante, el Japón, teniendo sólo por pertenencias su tazón, una toalla y sus hábitos.

Este viaje

Un viaje sin fin

Tsu-ku-tsu-ku-boshi
Mojado por el rocío

Voy en la dirección que quiero

Años antes en 1916 su acomodada familia de terratenientes se declaró en bancarrota. Parecería que el destino se hubiese ensañado con él. Dejó su trabajo y finalmente se dirige a Tokio a estudiar haiku con el maestro Ogihaara Seiwensui. En ese momento ya era un bebedor excesivo, ingiriendo grandes cantidades de sake, hábito que mantuvo hasta el final de su vida.


Estoy ebrio

Moderadamente

Las hojas están cayendo

Días desagradables

Días en que no camino, días sin bebida,

Días sin haiku

Oh, me dormí

Borracho

Con este grillo


Dolor, desamparo y soledad. Santoka soporta lo intolerable, tolera lo insoportable. No puede liberarse de ellos, los siente profundamente, los sostiene, los testimonia de modo crudo y punzante. Pues refiriéndose a la tragedia familiar Santoka escribe en su diario: “Mi abuela diciendo, “es el karma”, lo hacía con una triste resignación, pero cuando yo digo: es el karma, es una percatación solitaria. Estoy aceptando este karma, o mejor, lo estoy disfrutando” "Después de todo, mi camino no es mas que el camino de seguir mi estupidez hasta el final", escribe en su diario. Y sobre el final de su vida agrega: "Mi vida ha sido un completo desperdicio"
Sensación de ruina, pérdida de amor propio, desilusión, que su entrenamiento Zen no pudieron disipar totalmente.


Lentamente, lentamente

Cayendo en la ruina

Mi otoño final



Yo -

Desamparado y bueno para nada

Caminando

Nada puedo hacer

Mi vida de contradicciones

Llevada por el viento


Y este haiku magistral –que se encuentra en la línea temática de los anteriores- muestra como Santoka para expresar un estado de animo lo hace concordar con la estación, método al que recurre frecuentemente:
Cielo de invierno

Sueños distantes destrozados

Idos para siempre


Ama la naturaleza pero no intenta extraer lección alguna de ella, ni siquiera se dedica a contemplarla serenamente, o develar sus dones. En alguna ocasión la percibe indiferente como en los versos del Tao Te King: “El Cielo y La Tierra no tienen afectos.”


La belleza de la puesta de sol

No muestra pena alguna

Por la vejez

Pero nunca deja de apreciar su belleza y su esplendor, a pesar de su pena, como lo ejemplifica en este haiku, donde Santoka maneja los opuestos magistralmente como es común en su obra y donde las posibilidades de interpretarlo se abren en abanico.

Mi corazón está cansado

Las montañas el mar

Son tan hermosas

No es de llamar la atención la autoreferencia en el haiku anterior, pues Santoka, muestra su ego en forma ostensible, descarnada, sin pudor alguno, pero jamás con elación. El ego es el centro de inumerables haiku. Y su ego es dolor, el sufrimiento por la pérdida de su madre y la bancarrota económica y moral de su familia. Lo lleva a cuestas pesadamente en su vagabundeo. No lo oculta ni lo exalta. Desamparo, tristeza y soledad contra los que no lucha, contra los que no se siente en oposición. No es un padecimiento entre otros. Santoka no escribe haiku sobre la soledad y el sufrimiento. Santoka es soledad. Santoka es sufrimiento.

Otro tanto sucede con la técnica o mejor la ruptura que hace de ella. Quiebra todas las reglas conocidas del haiku tradicional. No siempre usa el kigo, no respeta la métrica silábica 5-7-5, es descuidado en la gramática, se saltea muchas veces el kiregi, utiliza alguna que otra vez una metáfora, lleva al ego a un primer plano, de modo tal que muchos de sus haiku se convierten en una narrativa de sí mismo.

De este modo sacude nuestras certezas sobre el haiku, las reglas que veneramos como mandamientos para escribirlo, rompe las cadenas de oro que nos imponemos, que muchas veces actúan como barreras artificiales que nos imponen limitaciones creativas, o bien actúan a la manera de un lecho de Procusto sobre el que recostamos nuestros haiku. Santoka (junto a Shiki) llevó al limite el haiku, hasta un punto tal que uno se pregunta si ya el haiku como genero poético, aunque no agotado, esté cerrado.

Sus haiku son breves, certeros como flechas, pues elude todo circunloquio quitándole al haiku el carácter discursivo o narrativo que muchas veces puede tener. Tienen la cualidad del “in media res”, de allí que sacrifique métrica y gramática. Santoka no pierde tiempo, sus haiku van directamente al centro de nuestra mente y corazón.

“Algunas veces estoy lucido, otras embrollado, pero ya sea lúcido o embrollado es sin duda a “shinjin datsuraku” (desprendiéndome de cuerpo y mente) cada vez que escribo un haiku.” Objetivo ideal que finalmente percibe que no ha podido cumplir pues escribe en su diario: “Siento que he vivido diez años en uno este año (a la vez he sentido que he vivido por un año en diez años), y no puedo evitar sentir que cuanto mas viejo me vuelvo, mas falsas ilusiones tengo. Cuando miro hacia atrás me siento avergonzado de la debilidad de mi mente y la pobreza de mis haiku” Lo cual no esta desprovisto de lógica, pues son los opuestos lo que dan tensión, dramatismo y pasión a sus haiku, a contrario del “shinjin datsuraku” que intenta alcanzar y que finalmente comprende que su realización lleva en si el germen de su imposibilidad.
En cierto pasaje de su diario, compara sus haiku con el agua, con la esperanza que estos adquieran la pureza de la misma, pues para él el agua tenía un especial significado, seguramente en el sentido de su libre fluencia, de su maleabilidad a adaptarse a todas las condiciones de un terreno. Purificarse bebiendo agua, símbolo de la cristalinidad , de la vida, como contrapartida del sake que se torna imprescindible para él, pues obra como anestésico del dolor psíquico.

Vendo mis harapos

Y compro algo de sake

Habrá soledad todavía ?

Pero a la vez le proporciona el elixir, la ambrosía necesaria para escribir, una suerte de momento dionisiaco (el que exaltó Nietzsche como apoteosis de la vida y la renovación) que al superar su doloroso y persistente pesar y soledad, le permite abrir la puertas de la creación, disolviendo su ego (como también lo intuyó Nietzsche), pues Santoka tenía una extraordinaria lucidez respecto a su creatividad, no exenta de un desprejuiciado humor cuando escribe: "Me sirvo sake, es de él que surgen mis haiku"

Sake por carne, haiku por alma:

Sake es el haiku de la carne

Haiku es el sake del alma


"Mendigar debiera ser como las nubes fluyendo y como el agua fluyendo. Si permanezco en un lugar aunque sea por un momento, me enredo. Que mi mente sea como el agua! Que mi mente sea como el cielo! Me gusta el sake y también el agua. Me gustaba el sake más que el agua hasta ayer. Hoy me gusta el agua tanto como el sake. Mañana podría gustarme el agua mas que el sake.”

“En "Haichi no Ko" había muchos haiku como el sake (sin tener en cuenta el grado de su pureza). En Gochu Hitori y en "Gyokotsu Tojo", hay haiku tanto como el sake como el agua. Espero que habrá mas haiku como el agua a partir de ahora. Puros como el agua. Espero que este sea el estado de mi mente", escribe en su diario en 1933 mientras se encontraba viviendo en Go-chu, que era el nombre de la choza donde Santoka moraba cuando no estaba de viaje.

Sonido de agua

Tal como es

Me vuelvo sereno

Paradoja última de un ser descastado, que busca en sus haiku el sello, el anhelo de lo cristalino e inmaculado, que repare a la manera de bálsamo, una psique mancillada por la calamidad, que percibe como ‘enredada’. Alma doliente, que anhela la pureza y la fluencia.
Libre como el viento que sopla

Saboreo el agua

La primera línea es una traducción del carácter japonés 'hyohyo' compuesto de tres elementos que por separado significan el oeste, mostrar y el viento. Reunidos denotan el viento que señala el oeste, siendo éste la dirección de la paz y la serenidad. Por ende su sentido es ser despreocupado como el viento del oeste. Es del caso señalar que para la escuela de la Tierra Pura, -aunque Santoka no pertenecía a ella-, el oeste es el lugar donde se encuentra el Paraíso, donde reina la armonía, la alegría , la paz y el placer de los sentidos.

Detrás de la roca

Agua cayendo

Tal como lo pensé


En 1933 vuelve a su pueblo natal y es objeto de burla por los niños que le gritan: Mendigo! Mendigo!. Sólo queda una de sus hermanas casada, en cuya casa pasa la noche, pero no es bienvenido. A la mañana siguiente le pide que deje la casa, porque no quiere oír a la gente gritarle mendigo o vagabundo. Santoka sale de la casa y abandona el pueblo con lágrimas en los ojos, descalzo, sin sus sandalias pues está lloviendo.
Mi pueblo natal

En medio de la lluvia

Caminando descalzo

Nada más tiene que perder ya, todo se ha ido.



Nada queda

De la casa en la que nací

Luciérnagas

Santoka escribe este haiku lleno de ambigüedad, pues plantea el desafío de interpretarlo en particular por el remate de la vibrante tercera línea, en donde la polisemia del mismo ejemplifica como ninguno la raíz de su arte.
"No creo que me agraden las palabras 'Kokan' (frío y solo), pero estoy viviendo en el mundo que expresan. Me gustaría salir de él tan pronto sea posible”. “Si no puedo cruzar esta barrera, mis haiku no podrán ser “mugejizai” (libres y sin obstrucciones)", escribe en su diario.
Prisión que le han impuesto las circunstancias, pues Santoka es un exiliado de la sociedad a pesar suyo, por una catástrofe que lo ha llevado a retirarse del mundo, a concentrarse en sí mismo, en su dolor, su desilusión, su melancolía, su autocompasión y eventualmente su autodesprecio.
Porque Santoka es soledad hasta la desesperación. Soledad derivada de lo que para siempre se fue. Soledad derivada de la pérdida. Soledad que es ausencia, ausencia abrupta y traumática de su madre y del hogar de la infancia en donde durante sus once primeros años fue feliz. Soledad que no parece tener redención posible. Desgarrante.


Como la que describió Vallejo: “He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua...” versos iluminados, que retratan perfectamente el padecer de Santoka.

Comiendo esta única porción de arroz

Calladamente

Solo
Soledad que sin embargo encierra una paradoja, una doble faz, porque además de ser tal en virtud de una ausencia, es a la vez la única vía que le posibilita mantener viva a su madre, en la dolorosa memoria de ella, que Santoka sostiene devotamente. Fidelidad última en la que renuncia al mundo para unirse a ella en una comunión espiritual al precio del exilio social. Pues de eso se trata, de no olvidarla, de recrearla continuamente (“pienso en ella incesantemente”), a punto tal que sacrifica todo lo que pueda distraerlo de su propósito.
Pero la soledad que denuncia la ausencia, no cesa. Reabre continuamente la herida, sus pérdidas. Soledad que tampoco es posible exorcizar. Esta allí presente y pulsante.

En esta habitación

De un shoji recien empapelado

Solo.

Aclaración: Shoji son puertas corredizas de enrejado de Madera cubiertas por papel de arroz blanco. Dada su fragilidad son re-empapeladas de tanto en tanto.


Hoy también

Nadie vino

Luciérnagas

A solas

Escuchando

Un pájaro carpintero

Siempre solo

Una libélula roja



Sombras tarde en la noche

Mientras como solo

Haciendo poco ruido
Solo

Comido por los mosquitos


Extendiéndose adelante

El camino en línea recta

Soledad
Mirando la luna

ocultarse

Estoy a solas


El graznido de un cuervo

Yo tambien estoy solo



Sin dinero, sin posesiones

Sin dientes

Totalmente a solas




Cielo de otoño

Nubes flotando

Volviéndome solo


En el siguiente haiku parecería que Santoka canta para acompañarse a si mismo y mitigar así la soledad.

Solo

Pasando la azada

Cantando una canción

O en este haiku magistral donde opone el frío de la nieve, que es el frío de su soledad con el fuego que cuida, pues es el que le da el calor que añora y a la vez la compañía que anhela.

En Go-chu la nieve esta cayendo

Estoy solo

Cuidando el fuego

Pues es algo habitual en Santoka utilizar analogías para describir el mundo en el que habita (Kokan), entre las cuales se destacan la nieve, el viento helado, el frío, para dar cuenta de su estado de ánimo, como en este haiku, donde llamativamente aparece una posible metáfora, isla, en una concepción que se opone radicalmente a los versos de John Donne.
Frio primaveral

Cruzo de isla en isla

O en éste, donde desplaza su estado de ánimo sobre las características del viento, para mostrar una separatidad absoluta, en este caso con un animal. Están allí juntos pero sólo hermanados por lo que están haciendo y no por alguna forma de interacción mutua. Y es del caso señalar una nueva metáfora: “triste viento”

Un triste y helado viento

Hombre comiendo

Caballo comiendo

O en éste donde repite la misma metáfora, para dar cuenta de su tristeza, donde el soplar también admite un simbolismo.

Despertando de una borrachera

Un viento triste

Soplando
También incluye dolorosas imágenes personales que lo asaltan, como la que ejemplifica el siguiente haiku, donde desplaza su llanto al de un pájaro-el alcaudón- siendo del caso aclarar que Santoka se casó y tuvo un hijo, pero su matrimonio fracasó y abandonó a su esposa y al niño.
Inesperadamente

Imágenes de mi hijo

El llanto del alcaudón

El tiempo pasa lentamente, prolongando su desazón. Ante él la noche, que parece no terminar nunca. Lugar donde probablemente su soledad se acrecienta y en donde lo asaltan los recuerdos dolorosos, los fantasmas del pasado.

La larga noche

vuelta aún más larga

Por el ladrido de un perro


El frío del invierno llega hasta el corazón, el frío de la ausencia del cuidado y la presencia humana.


Tosiendo, tosiendo –

Y nadie para palmear mi espalda.

No hay modo alguno de compartir la vida, de comunicarse, pues Santoka muestra su imposibilidad de tender un puente hacia un otro, y con ello retrata su tragedia íntima, como en este haiku cuando comparte la comida con otro vagabundo.

Aplanando la hierba –

Comiendo un almuerzo compartido

Recorriendo nuestros caminos separados

O en este otro, donde parece ir más allá de su propia circunstancia para mostrar un destino propio del ser humano, que es el que quizás en ultima instancia, todos compartimos.


Cada quien,

Caminando por su cuenta,

Nieve cayendo

Solo está presente un silencio quizás agobiante, donde nadie lo acompaña, salvo el frío de la nieve, elemento simbólico continuamente presente en sus haiku. Es allí donde mora, en lo que parece un desierto del alma. El mundo es por momentos para Santoka, desolación.

En la nieve, en la nieve cayendo

En este silencio

Yo estoy.

En Santoka el grillo, el viento, la montaña, la nieve no son objeto de inspiración en sí, ni tienen una esencia propia en cuanto a su posibilidad de generar o mostrar acontecimientos que sirvan de inspiración a un haiku que de cuenta de ellos llevándolos a un primer plano, como por ejemplo lo son en Issa o en otros grandes maestros.

Sólo adquieren existencia en virtud de ser una presencia que lo acompañan como en el siguiente haiku, no exento de un delicado lirismo y refinada elegancia, uno de los mas bellos que a mi juicio escribió, pues recrea la totalidad del cosmos en una serena apoteosis de comunión con la Creación.
Dejando entrar la luna

En mi dormitorio

Me voy a dormir

Y en su tránsito terrestre, admite ser el soporte de la vida en su manifestación mas encumbrada y humilde. Imagen que muestra la vocación de fraternidad, de mera convivencia, con las criaturas de la naturaleza, propia de un corazón atormentado aunque generoso, pacífico y sencillo.


Camino

Dejando posarse en mi kasa

una libélula

O bien se identifica con la luna, pues Santoka no espera a nadie es decir no espera que nadie venga a él, acepta su karma como anotó una vez en su diario.

La luna aparece

No esperando cosa alguna

Santoka no parece esperar ningún gesto del otro salvo la caridad. Pero cuando en raras ocasiones alguien va mas allá de ello, se emociona hasta las lágrimas y recurre al contraste y a la analogía. Lluvia-lagrimas

Invierno- amabilidad, llevando al haiku a una complejidad y a una cumbre expresiva como muy pocos lo han logrado en la historia del género. Pues aquí el cosmos parece un espejo de el mismo, o el mismo un espejo del cosmos. ¿Acaso no es esta la mente iluminada? ¿El gran despertar?


Lluvia de invierno

La gente ha sido tan amable

Mis ojos se llenan de lágrimas


Santoka en lo profundo de sí añora compañía, una señal del otro que lo recuerde, que lo tenga por existente, que de alguna manera lo rescate. Parece esperar la carta que nunca llega, de allí que en muchos de sus haiku mencione al cartero.


Hoy nuevamente

Ninguna carta

Solo mariposas


En el próximo haiku Santoka nos deja deliberadamente en una atmósfera de ambigüedad, sosteniéndose el haiku en una cuerda floja. Recibió una carta o el correo no era para él? La última línea es magistral, el eje del haiku. Partió. Resumen de su desazón. El cartero parte. El mundo se aleja de él, pero no como ejemplificación de la impermanencia, sino como paradigma de su aislamiento y auto-marginación impuesta por las circunstancias que le han tocado vivir.
Trajo el correo

Comió un caqui maduro

Y partió


Y en los siguientes Santoka parece insinuar que hay una carta para él, pero no podemos tener certeza absoluta de ello, pues las posibilidades de interpretarlos son múltiples, en esa ambigüedad en la que Santoka, mantiene en tensión sus haiku.

llovizna –

que amable al venir de tan lejos,

el cartero


Al fin!

El correo ha llegado

pronto la fruta madura caerá

Es tal su anhelo de recibir una carta y por ende ser sujeto para aquel que le escriba, que aguarda esperanzado. Carta que simboliza el existir para otro, un recordatorio de ser parte del mundo de los hombres.

Hoy

Sintiendo que un carta llegará

Dejo el shoji abierto

El correo llegó

y después de ello

solo hojas de caqui cayendo

¿Ha llegado una carta con noticias para nada halagueñas, lo que se expresa en las hojas de caqui cayendo? ¿O es que no llego carta alguna y la desilusión se expresa en las hojas de caqui cayendo? ¿Soledad en cualquiera de estos extremos? Nuevamente se abre el haiku como una flor que estalla en primavera, lleno de significados, matices y color.
Y así como estos, la mayoría de los haiku de Santoka tienen una doble faz: revelan y a la vez ocultan, muestran y esconden, siempre en la cuerda floja, en el claroscuro, la ambigüedad, en el límite del sentido y del no sentido, que no son producto de un refinamiento técnico, ni de un plan deliberado, sino por el contrario, la voz de su más profundo ser.


Todo el día –

sin palabra alguna

olas estrellándose

Mas cuando observa liberándose de su ego y de su ensimismamiento, se conecta plenamente con el entorno y tiene intuiciones y percepciones extraordinarias, pues deja que las cosas hablen.

Calladamente, por sí mismo

El retoño de bamboo

Se convierte en bamboo

O aparece la pujanza y presencia de la vida y su recreación a través del amor, la danza, lo imprevisto, lo por siempre renovado:


En el bello resplandor

Pájaros acuáticos

Haciendo el amor

Gorriones danzando

Dientes de león cayendo

Plop!

En mi kasa

Una camelia

Aclaración: un kasa es un sombrero de bambú usado por monjes zen itinerantes
Pronto amanecerá

Abriendo la ventana

Hojas verdes

Abriendo la ventana

Una ventana llena de primavera


O nos habla de una sencillez que no es ascetismo, sino existencia sin ambición o codicia alguna, a la manera de Ryokan, donde se acompaña de lo que no se destaca especialmente, ni presenta destello alguno.
Por arbustos de te

Rodeado

Mi simple vida diaria


O descubre una familia feliz que ha perdido y que añora

Atardecer

La araña padre, las araña niño

Felices juntos

O el humor irónico en medio de una aureola de aceptación, como lo ejemplifica en esta pieza insuperable.
Algo de vida queda:

Me rasco el abdomen

O una alegría íntima que sorprende por lo poco que lo conforma y que lo hace feliz, nuevamente a la manera de Ryokan

Mi nueva túnica

Llena de luz del sol

Y calor


Nueva túnica que simboliza un renacer, una vuelta al calor de la vida y a la luz del sol, sacándolo por un momento de su melancólico sufrimiento, donde todo es pérdida, desposesión y soledad:

Sin dinero, ni posesiones

Sin dientes

Totalmente a solas

Y este es el logro de Santoka que puede percibir la vida como un todo, en donde los contarios anidan y la vuelven tensa y compleja, la alegría y la tristeza, la posesión y la pérdida, la soledad y la compañía, la ilusión y la desilusión. La paz, pero también la brutalidad y el horror de la guerra, que expresó sin ambages, dado que aquel que nada tiene que perder o no representa o defiende interés alguno –como lo fue Santoka- es el que verdaderamente puede hablar:

Nubes de lluvia invernales

Soldados hacia la China

A ser volados en pedazos

Marchando juntos

En la tierra sus pies

Nunca mas retumbarán

Dejando manos y pies

Atrás en China

Los soldados vuelven a casa

Orquestará la municipalidad

un homenaje para aquellos

vueltos como huesos



A veces muestra el contraste entre lo que representa el renacimiento y la vida, con lo que está marchito y es considerado como inútil, cuando no indeseable.
Echado

En los yuyos marchitos

Oliendo la primavera.

Este haiku –cargado de simbolismo- retrata como ninguno no sólo a Santoka, sino a la tensión de fuerzas que en el operan, su herida y su bálsamo, su condena y su liberación, su visión de si mismo y del mundo, ya que en su diario anota.“No soy mas que una persona como un yuyo, pero estoy satisfecho con lo que soy. Está bien para un yuyo, retoñar, crecer, florecer y finalmente marchitarse”.

Identificándose con el yuyo, Santoka se atreve a adoptar el rostro de lo más humilde, lo más indeseable (la “mala hierba”), lo marchito que hay que arrancar, deshacerse de ello. Pero en su estremecedor haiku, es justamente lo que está condenado a marchitarse, –el propio Santoka- aquello que está en la mas íntima comunión con el ciclo del renacer de la vida, ejemplificado por la primavera. Tensión cósmica donde aún lo marchito, lo que rechaza la mirada, adquiere la cualidad no sólo de la belleza, sino también lo de lo efímero, de lo que en su despojamiento muestra la esencia del ser.

En la belleza,

De yuyos marchitándose

Me siento

Marchitos y húmedos,

La belleza de los yuyos,

A la mañana

Es para nosotros los occidentales prácticamente imposible apreciar belleza en algo como yuyos marchitándose, sin embargo es para el arte japonés y en particular para Santoka –por sus especiales características- un motivo estético y paradigmático de la mayor significación. En estos haiku ve belleza en ellos, en un sentido lejanamente próximo a lo que los japoneses y en particular el Zen llama Koko, término que connota austeridad, madurez, esencialidad, venerabilidad y que tiene como paradigma un árbol desnudo, rugoso, antiguo o una roca con las mismas cualidades.
Y en estos ejemplares Santoka parece encontrar el espejo de si mismo, como a la vez el lugar donde la serenidad adviene borrando toda inquietud, como en este haiku magistral, en el que Santoka vislumbra la totalidad de lo cósmico, sosteniendo nuevamente su poesía en una ambigüedad casi próxima a al oximoron, antes que una declaración concluyente que cerraría el haiku asfixiándolo.

Los yuyos

Sobre los que puedo morir en calma

Retoñando

Pues ese es el logro de su arte. Crear una atmósfera antes que una melodía. De este modo, los haiku de Santoka son para leer y releer una y otra vez, para develar la polisemia que encierran y que parece no tener fin.
Es tan honda la presencia de esta hierba en sus haiku, que por momentos parecen representar simbólicamente para Santoka un lugar de reposo, un lecho fúnebre, un espejo que lo refleja.

Cuando este muerto y haya partido

Lluvia en los yuyos

Ha llegado el otoño

Me siento en los yuyos

Alegrías

Tristezas también

Los yuyos crecen abundantes



¿Hay en sus haiku el vivir en el presente, el aqui y ahora, lo que sucede aqui y en este momento, el ‘aha moment’ regla dorada del haiku? Pues parecería que el pasado es lo que invade los haiku de Santoka, el rememorar incesantemente a su madre, en pensar en su propia circunstancia, en sus sentimientos, en su soledad, en su desdicha, en su karma. Puede una mente tal, focalizarse en el presente?

A primera impresión nos apresuraríamos a decir que no, pero el siguiente haiku sobre su padre muerto ejemplifica como ninguno la maestria de Santoka y lo relativo del “hic et nunc” como paradigma, sello distintivo, “cri de guerre” que se exige a un haiku.

Pues es de este contacto consigo mismo, de la auto percepción de lo más hondo de su psique, de una autobservación impecable e implacable, lo que lo lleva a escribir el referido haiku, que parece extraído de una sesión psicoanalítica fecunda, y que habla mucho por si solo, sin necesidad de mayor explicación:

Lenta pero irremediablemente

Adopto los vicios

De mi difunto padre

Y es que el aquí y ahora es lo que le está sucediendo en su corazón y en su mente en el presente, aunque rememore o elabore. Nunca quebró la regla, es más la llevó hasta sus últimos limites. Pues, ¿en que otro lugar y tiempo se puede estar que no sea el aquí y ahora?
Porque recordar, reflexionar, autopercibir no son el pasado pues este sólo puede recrearse en el presente. El pasado histórico ha quedado atrás, pero la rememoración, su retorno, la percatación propias del arte de Santoka, ocurren inexorablemente en el presente. En una palabra, Santoka nos muestra que somos prisioneros del presente, a tal punto que no podemos escapar de él, por más que lo intentemos.

De allí que sus haiku sean todos de la cualidad de “lo que sucede en este lugar y en este momento”, lo cual es finalmente como hemos visto una redundancia. Él como ninguno al aparentar desatender la regla, le fue fiel –hasta sus últimas consecuencias- en toda su producción. Pues vivir en el presente significa entregarse con la totalidad del ser a lo que se esté haciendo, sea lo que sea, en este caso escribir haiku. Santoka se entrega a ello, con todas sus fuerzas, con todo su corazón, por lo cual no necesita de regla o recordatorio alguno que guíe su hacer.

Como nos recuerda la sentencia zen: Al caminar, simplemente camina. Al sentarte, simplemente siéntate. Sobre todo no te tambalees...(y si te tambaleas, hazlo bien como solía decir Alan Watts) Y este es Santoka, entrega total: cuando escribe haiku, simplemente escribe haiku...

Curiosamente a pesar de su ruptura con la técnica tradicional, Santoka es sin embargo el más tradicional y genuino de los haijin. Asi como los grandes fundadores Basho, Issa y Buson, es un peregrino. Recorre el Japón- con distinta motivación que sus antecesores-, pero manteniéndose fiel a su legado. Y es que al fin y al cabo escribir haiku es cuestión de buenas piernas, es más, un buen haiku en realidad se escribe con las piernas, como agudamente parece sugerir Ty Hadman.

Al leer su obra estamos allí con él, entramos en el alma de Santoka hasta tocar su centro de tan vívida que nos la enseña. Hasta tenemos la sensación que los estamos escribiendo con él, pues impresionan como recién hechos. En el mundo de Santoka no hay distancia alguna entre él y lo que escribe, nada es exterior. Es más lo exterior es muchas veces, la proyección de su interioridad con una autenticidad vibrante, porque su presencia, su sentir es tan intenso, que borra toda brecha entre el adentro y el afuera, aplicando el método del desplazamiento sobre un animal, o la estación o el grito de un pájaro, como ya hemos señalado, para dar cuenta de su estado de animo en una sincrónica especularidad.
Comunión intima con la naturaleza también, que le permite a la vez recibir, amar y percibir sus dones que llegan a él en forma no buscada, –a la manera de Ryokan- a quien Santoka admiraba, como en este enigmático haiku, que parece contener un elemento simbólico que no es fácil descifrar:


Recibiendo

Del cielo de la tarde

Un caqui

O en éste, conmovedor hasta la médula, que en una sola pincelada retrata su ser, muestran su impecable conexión consigo mismo y con el mundo, en una poética insuperable:

Hojas cayendo

En mi tazón de mendigo

También cayendo


El siguiente haiku, ha sido objeto de controversia en cuanto a su traducción.
Teppatsu no
naka e mo
arare.

En mi tazón de mendigo

Yo también

Granizo
Golpeando

Mi tazón de mendicante

Granizo
Santoka escribió: “Las piedras de granizo al golpear, y la convicción de que el granizo golpeándome era un látigo divino. Estos puntos deberían haber sido expresados. Este haiku debería haber tenido palabras para expresar ‘golpeando’ o ‘latigando’ ”

Hay algo oscuro en lo que Santoka anota, algo que se refiere a una flagelación proveniente de lo “divino” (¿expiación de culpas?) que no es posible develar con certeza en cuanto al sentido psicológico latente que expresa o que significaban estas expresiones para él y porqué recurre a ellas. Pero si podemos inferir que Santoka era un alma compleja, donde fuertes corrientes psíquicas estaban en movimiento y eventualmente en contradicción. Van Gogh decía a propósito de la obra de Rembrandt: “Para pintar así, un hombre tiene que haber muerto muchas veces” y ese es el caso de Santoka, pariente de ambos.

De allí que al leer sus haiku, quizás sea preciso atender no a lo que dice, sino a lo que no dice, a aquello que se abre a una multiplicidad de interpretaciones, pues sus haiku están cargados de simbolismos que a veces no son fáciles de interpretar, aunque tienen una clave si los relacionamos con su vida, teniendo en cuenta sus propias anotaciones en su diario.
En la contemporaneidad tan alejada de lo esencial en la que vivimos, Santoka es un gong, algo así como una bofetada que nos despierta de un letargo. El como ninguno llevó el viaje hasta la raíz de la condición humana como pocos lo han hecho. El como ninguno nos enseña el verdadero sentido de la autenticidad que nada tiene que ver con la sinceridad, sino con la verdad que es develarlo todo hasta raspar el hueso.

Curiosa lección que un auto-marginado, un “dharma bum” (como decía Jack Kerouac), un ebrio iluminado nos da, sin predicarlo, sin sacar partido de ello, sin haberse propuesto hacerlo, al solo impulso de su voz pura y cristalina.

“He retornado al ‘mundo de la existencia’ después de una larga lucha y siento como si hubiera ‘vuelto a mi propio hogar y estuviese cómodamente sentado’. He estado a la deriva por un largo tiempo-no solamente mi cuerpo sino tambien mi mente. He sufrido por cosas que debieran existir, y me he atribulado por cosas que no puedo evitar que existan, y ahora finalmente puedo estar en paz con las cosas que existen. Ahí es donde me encuentro ahora. Tanto las cosas que debieran existir y las cosas que no puedo evitar que existan, están contenidas en las cosas que existen. Cuando uno conoce las cosas que existen, conoce todas las cosas. No estoy tratando de abandonar las cosas que debieran existir, ni tampoco estoy tratando de escapar de las cosas que no puedo evitar que existan, esta es mi actitud presente que busca entender el ‘mundo de la existencia’. Lo esencial para alguien que escribe poesía es escribir poesía en si misma. Debo expresarme a mi mismo como poesía—es mi deber tanto como mi esperanza”, escribe en su diario en el otoño de 1934.
“En diciembre 15, 1939, gracias a mis amigos en Matsuyama, y por las siguientes circunstancias, he decidido quedarme aquí por algún tiempo, o quizás, hasta que muera. Un buen amigo, Ichijun, me cargó sobre sus espaldas desde la posada en Dogo a esta nueva casa al pie del Mikizan. La casa está en una altura y es muy tranquila. La montaña es bella, el agua sabe bien, y la gente aquí parece ser agradable. En realidad es una casa demasiado buena para un viejo vagabundo. Es más de lo que merezco pero la he aceptado agradecido. Esta “casa para vagabundo” en más hermosa y cálida que la de Yamaguchi (Gochu-an)”, agrega Santoka en su diario

Ya que las montañas están en calma

Me quito mi kasa

De este modo su largo peregrinaje ha llegado a su fin, reconciliándose consigo mismo y con el mundo de la existencia. Queda mitigado el dolor, la desgarrante pérdida infantil, la soledad, la pérdida del ideal, el conflicto entre lo que es y lo que debería ser, a través de la puerta que le abrió su estancia en el monasterio zen que le permitió repararse a través de la creación (creando me he curado, como dijo un poeta) pues finalmente se reconoce como aquel que el mismo moldeó en su propio ser: un poeta, renaciendo a una nueva identidad y un nuevo sentido de si mismo.

Santoka mas que ningún otro haijin en la historia del género muestra que para escribir un haiku, hay que tener algo que decir. Nos convoca a no ser esclavos de la técnica, a romper sus cadenas sin miramientos. Nos convoca a derribar las esclusas que se oponen a que el río de nuestro ser surga abrupto y fecundo. Nos convoca a dejar atrás los convencionalismos sociales, que tanto nos limitan en nuestra escritura y en nuestra vida. Pues en su pathos Santoka nos invita a vivir la vida a fondo, de acuerdo al sino de cada cual, entregándolo todo, pues en él vida y haiku coinciden totalmente, vida es haiku, haiku es vida. Testimonio aleccionante de alguien que fue un ebrio dionisiaco, un ‘dharma bum’, un corazón doliente y solitario, un descastado, auto-exiliado, pero también un Príncipe, el Principe del Haiku.

Por Carlos Fleitas
Abril 2005
Nota importante
Toda la información biográfica y anecdótica sobre Santoka, así como las anotaciones en su diario, aclaraciones terminológicas y la gran mayoría de los haiku que en este trabajo se citan, las he tomado textualmente de la excelente síntesis de fuentes obtenidas de Internet en la pagina web que se puede encontrar en “Taneda Santôka's Haiku (December 3, 1882 - October 11, 1940) Terebess Asia Online (TAO)” http://terebess.hu/english/haiku/taneda.html, ordenándolos a los efectos de mi propia exposición, por ende pertenecen por entero a la creación intelectual y derechos de autor de las referidas fuentes.
He tomado algunos de sus haiku de “The Illustrated Haiku Poems of Santoka Taneda” http://thegreenleaf.co.uk/HP/Santoka/00santoka.htm. Esta es una excelente Web con haiga sobre los haiku de Santoka
Todo el material referido que se encuentra en Inglés ha sido traducido por mi. Espero haber minimizado el tradittore del conocido adagio italiano. De allí que el lector no deba esperar una correspondencia métrica estricta con el original japonés, sino una traducción de una traducción que presenta todos los inconvenientes del caso, pero que a mi juicio expresan el contenido de los haiku de Santoka, o al menos así lo espero...
Tomado dehttp://209.85.173.132/search?q=cache:YKA_ZuJ444sJ:usuarios.netgate.com.uy/carlosfleitas/santoka.doc+santoka&cd=1&hl=es&ct=clnk&lr=lang_es

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Inmensa esta entrada, Karmen. Muchas gracias por tan bello trabajo.

karmen blázquez dijo...

Supe de él de la forma más convencional y organizada, pero su vida y su obra apenas vislumbradas en estos momentos, me esperan, sosegadamente, me esperan.
Gracias Mar
Un abrazo
k