plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

jueves, 21 de febrero de 2008

M. FICINO-Carta sobre la música


Cross of questioning



Marsilio Ficino (Florencia, 1433-1499).

Carta sobre la música



Marsilio Ficino saluda a Canisiano, varón docto y prudente.

Preguntas Canisiano por qué con tanta frecuencia mezclo los estudios de medicina con los de música. ¿Qué relación tienen, dices los fármacos con la cítara?
Los astrónomos, Canisiano, quizás atribuirían estas dos disciplinas a la influencia de Júpiter y de Mercurio y Venus, al opinar que la medicina procede de Júpiter y la música de Mercurio y Venus.
Nuestros platónicos, sin embargo las atribuyen a un sólo dios, es decir, a Apolo.
A éste los antiguos teólogos lo consideraron inventor de la medicina y rey del manejo de la cítara. En el libro de los Himnos Orfeo cree que él con sus rayos de vida reparte con largueza a todos la salud y la vida que aparta las enfermedades. Además cree que con su lira sonora, es decir con sus mociones y fuerza, gobierna todas las cosas: con la hipate, esto es, con la cuerda de sonido grave, el himeneo; con la neate o cuerda aguda cree que produce el verano y con las dionas o de sonido medio, la primavera y el otoño. Por tanto, si el mismo es señor de la música y descubridor de la medicina, ¿qué tiene de admirable que los mismos hombres practiquen con frecuencia ambas artes?


Sucede que el alma y el cuerpo están mutuamente en armonía por cierta propiedad natural y, a su vez, lo están las partes del alma entre sí, y también el cuerpo en sus partes. Estas consonancias parecen reproducirla incluso los ciclos armónicos de las fiebres y de los humores, y el movimiento del propio pulso. La consonancia de las partes del alma, como Platón y Aristóteles indican y nosotros hemos experimentado con frecuencia, la conserva y devuelve la música noble; pero el concierto de las partes corporales, la medicina. Así pues, si concuerdan entre sí, como hemos dicho, alma y cuerpo, puede ser fácil el concierto de las partes del alma misma, e incluso puede cultivarse el de las del cuerpo. Por eso Quirón ejercitó ambas facultades. Por eso se cuenta que el profeta David curó el cuerpo y el alma de Saúl cuando éste deliraba. Este mismo hecho, a saber; que pueden producirse enfermedades a la vez de cuerpo y alma, lo afirmaron Demócrito y Teofrasto. Pitágoras, Empédocles y el médico Asclepíades lo demostraron realmente. Y no es de admirar pues cuando el canto y el son proceden del pensamiento de la mente, del ímpetu de la fantasía y de la afectividad del corazón, y a una con el aire producido y temperado empujan el espíritu del oyente, que es el vínculo del cuerpo y del alma, fácilmente mueven la fantasía, conmueven el corazón y penetran los íntimos recovecos de la mente. También aquietan y mueven los humores y miembros del cuerpo. Este hecho lo muestra Timoteo cuando puso con sus sones al rey Alejandro en estado de furor y después lo refrenó. Omito las acciones admirables de Pitágoras y Empédocles, que aquietaban en un instante la lascivia, la ira y el furor con música de gran nobleza y por otra parte excitaban con otros ritmos los ánimos embotados. Omito también lo que cuentan de Orfeo, Arión y Anfión.


Pero volvamos a nuestro propósito. La música primera se funda en la razón, la segunda en la fantasía y la tercera en el discurso, a ésta le sigue el canto, al canto el movimiento de los dedos en la ejecución del sonido, y al sonido el movimiento del cuerpo entero en la gimnasia o la danza. Vemos pues, que la música del alma desciende gradualmente a todos los miembros del cuerpo. Oradores, poetas, pintores, escultores y arquitectos la imitan en sus obras. Por tanto, si es tan grande la comunión entre la música del alma y del cuerpo, ¿qué tiene de admirable que sean reguladas tanto el alma como el cuerpo por el mismo hombre? En fin, aquel que haya aprendido de los pitagóricos, de los platónicos, de Mercurio y de Aristoxeno que tanto el alma como el cuerpo del mundo y de cada animal particular están constituidos por razones musicales y haya conocido por la Sagrada Escritura de los hebreos que Dios dispuso todas las cosas según número, peso y medida, no se admirará de que casi todos los animales se amansen con la armonía, ni reprobará que Pitágoras, Empédocles y Sócrates tocaran la cítara incluso en la vejez. Por el contrario se dirá que fue poco ilustrado aquel Temístocles que la rechazó cuando se la ofrecieron en un banquete.
Nuestro Platón en el dialogo Alcibíades, muestra que la música atañe a los sabios, que son cultivadores de las Musas, cuando dice que las Musas son señoras de la música y que de ellas le viene el nombre. Rechaza, sin embargo, Platón en todos los casos la melodía melancólica o ligera, porque, en su opinión, vuelve el ánimo débil, lascivo o iracundo. Sólo aprueba la noble como medicina constante y muy saludable de espíritu, alma y cuerpo.

Y, por mi parte, para decir algo de tu Marsilio, según este consejo me dedico, con frecuencia a la lira y a los cantos nobles después de los estudios de teología o medicina, a fin de mirar con total indiferencia los demás deleites de los sentidos, expulsar las molestias de alma y cuerpo y levantar la mente a las cosas sublimes y a Dios, según mis fuerzas, confiado de la autoridad de Mercurio y Platón, que dicen que la música nos fue concedida por Dios para someter el cuerpo, dominar el ánimo y alabar a Dios. Sé que de este asunto se ocuparon David y Pitágoras antes que los demás, y creo que lo explicaron cabalmente. Adiós.


Marsilio Ficino. Sobre el furor divino y otros textos Ed. Anthropos (1993) - Barcelona.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Textos vitales en mirar la intertextualidad, una mirada sosegada sobre la musica.

karmen blázquez dijo...

Gracias por el comentario, me gustó mucho tu blog, lo visitaré a menudo, es un sitio interesantísimo donde leí la carta de Baudelaire a Wagner, aquél siente el efecto de la música al modo de Marsilio Ficino
Un cordial saludo
k