plano de la casa de Samsa,

plano de la casa de Gregor Samsa, por Nabokov

lunes, 24 de septiembre de 2007

ASÍ OCURRIÓ-

Esto lo he visto y he oído, y no me lo puedo callar. Debo decirlo.
Un joven padre con su hijito que sangraba por la nariz acudió al botiquín. Yo soy la médico del botiquín, y la que se quedó boquiabierta, avergonzada y a la vez con un bienestar, con una gran paz.
Así fueron los hechos: Le pregunté al niño, su edad y su nombre, entre otras cosas para que dejara de llorar. Me contestó que tenía cinco años y se llamaba Sócrates. Como el futbolista, dije, dando por hecho que no era en honor del maestro tal nombre. Como el filósofo, me dijo el padre, y el niño amplió que era un filósofo griego. Ah, como el filósofo, ya, claro, dije yo, a la vez que tierra trágame, pero aguanté como si nada, mientras metía la tira de gasa por la naricita de Sócrates.
Cuando terminé mi labor, dije que me parecía un acierto ese nombre, y el padre me explicó entonces que él no había leído nada de Sócrates, pero que leyó una biografía o algo así, y le idealizó tanto que incluso con la oposición de la familia, impuso ese nombre a su hijo.
Seguímos hablando y le dije que si tenía otro hijo, le pusiera Platón, era lo justo; me dijo que él sólo tenía el graduado escolar, que no tenía estudios superiores, y que no se atrevía a leer al filósofo,incluso no sabía bien si Platón era el discípulo o al revés, le dije que aunque Sócrates no dejó libro escrito su discipulo los había transmitido, y que le leyera, sin duda iba a entender, y le dije que en realidad ya lo había entendido. Terminé mi apología de Sócrates, diciéndole que éste había conocido a Platón en sueños, antes de verle en persona, e intuyo que este argumento fue lo más convincente que pude decirle a tan extraordinario ser humano que habia tenido la suerte de conocer aquella tarde de Agosto.

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